domingo, 20 de enero de 2013

El secreto de la capa roja


Nota del autor: En respuesta al reto de Pink Girl del grupo de facebook  TH Kinky Twink.
Espero les guste.


Capitulo 1
.

—Jugaremos en el bosque mientras el lobo no está, porque si el lobo aparece a todos nos comerá —el canto de los niños era escuchado en aquel pequeño pueblo tranquilo perdido entre las montañas. Ajenos en su inocencia de los peligros que conlleva vivir cerca de las fauces de los depredadores.
—Lobo, lobito ¿estás ahí? —.Cantaron al final deteniéndose a mitad de la vuelta que hacían al compás de su melodía, intentaron escuchar pero no había más que el sonido de la madera crujir bajo el yugo de los hombres de la tribu.
—Es inútil, no vendrá —.Alexander el mayor de todos los niños reunidos bufó molesto. Sus labios pequeños se apretaron en una delgada línea debido a la ira contenida en su cuerpo mientras sus ojos verdes chispearon ante la impotencia.

Un manto rojo proveniente de entre las sombras inundo la visión de los niños.

—Ahí viene la caperucita roja —se mofaron al unísono mientras la figura salía del escondite, los profundos ojos avellana estaban temerosos ante tal escrutinio.

Era un chico cobarde a pesar de su edad, oculto tras el manto que representaba la única salida a la realidad que lo atormentaba. Su cuerpo largo y delgado paso entre la multitud mientras se abrazaba a la caperuza que portaba, el cabello negro se escapo de la prisión que era su coleta haciéndolo estremecer.

—¡Monstruo! —gritó uno de los pequeños mientras empezaban a rodearlo coreando esa palabra. Se tomaron de las manos girando nuevamente en torno al chico de la capa roja.

El cual se dejo caer abrazándose a las rodillas, empezando a temblar. El terror se apoderaba de él, recorriendo su cuerpo centímetro a centímetro mientras sus oídos zumbaban con la palabra monstruo en ellos.

—Niños, basta —una chica de cabellera rubia se acercó ante tal alboroto, sus ojos marrones observaron la escena mientras su nariz hacia un mohín al comprender, gruño para sí levantando al muchacho con fuerza —.Andando Bill.
—Agus, no quiero —susurró con voz cansada.
—Simone te busca —dijo empezando a jalarlo con ella, si algo la definía era el ser terca, muy terca.

Bill asintió dejándose llevar por su prima, la prometida del cazador del pueblo. ¿Qué más daba para él si la obedecía? Siguió la figura envuelta en el ajustado vestido color jade, mientras sus agudos sentidos intentaban sin éxito callar los susurros que perforaban sus oídos. Divisaron no muy lejos la choza de Simone, Agus llamó a la puerta esperando sin demorar más de tres minutos en recibir una respuesta.

La mujer castaña salió abrazando a Bill mientras acallaba los sollozos que irrumpían de su pecho.

—No hagas eso otra vez —lo reprendió apretando tan fuerte que Bill tuvo que utilizar sus manos  como una palanca para alejar a su progenitora, cuando se vio libre de la prisión en que se había convertido sus brazos tomo aire desesperadamente.
—Lo siento madre —se disculpó avergonzado mientras sus mejillas se pintaban carmín —.Solo di la vuelta.
—Eso es peligroso Bill —dijo Agus con el ceño fruncido.

Bill  siseo sin quererlo, enojado consigo mismo por ser lo que era. Cansado y demasiado molesto por arrastrar a su prima y a su madre en la situación de haber nacido como lo había hecho. Porque era un monstruo en cada una de sus letras.

Simone acarició su cabello empezando a despojarlo de la caperuza roja, unos pequeños triángulos peludos se movieron mientras que la cola en la cintura de Bill dejó de ejercer fuerza elevándose hasta rozar los brazos maternos.

—No quiero perderte —habló Simone con voz rota por el nudo que empezaba a formarse en su garganta. Las orejas de Bill se pegaron al cráneo mientras que en su pecho un ligero ronroneo comenzaba, como una melodía que intentaba calmar los males de su madre.
—Solo quiero poder ser quien soy —el tono agonizante de Bill hizo que el corazón de Simone se estrujara fuertemente.

«Soy la responsable de que sea infeliz. », pensó tristemente.

La cola de Agus salió de debajo de su vestido empezando a juguetear por el rostro de Bill, en un intento de animarlo como cuando era apenas un bebe.

—Agus —se quejó él con tono juguetón.

Ella le sonrió mientras lo cobijaba en un abrazo. Bill ronroneo en respuesta sabiendo, aun sin una comunicación oral lo que ella trataba de decirle.

—Bill —Simone cortó el momento entre primos para mirarlo con preocupación, pero con una sonrisa adornando sus labios —,¿quieres llevarle pastelillos a la abuela?
—¡Sí! —.Cantó victorioso dando pequeños saltos de emoción.

«Se ve radiante», Agus sonrió con cariño, con el paso de los años Bill se había convertido en un pequeño cachorro para ella.

Si, ambos no eran personas normales. Habían seres que la mayoría de los pueblerinos llamaban demonios, pero no lo eran. Eran guardianes del bosque, y como lo que eran se quedaban entre las sombras, solo observando lo que ocurría a su alrededor.

El propio padre de Bill era un guardián pantera que se había enamorado de Simone años atrás, casi al punto de abandonar su amado bosque. Aunque antes de lo que ambos creyeron Jörg había sido asesinado cuando había intentado escapar de su destino para tener su final feliz. A Simone aun le dolía su muerte profundamente, más cuando la noticia de su embarazo se hizo oficial.

Todos sin excepción le habían dado la espalda, acusándola de hereje. Y cuando el niño había nacido con las orejas y cola propia de un felino no le quedo otro remedio más que huir. Huir hasta  llegar al bosque donde vivía su hermana, cerca de la casa de la que aun sin sangre de por medio había considerado su abuela, siendo recibida con los brazos abiertos. Quién diría que dieciséis años pasarían tan deprisa.

 —¿En qué momento creciste tanto? —musitó Simone en un susurro demasiado bajo para que alguno de los presentes la escuchara, sonriendo ante la alegría de su pequeño.

Esta se debía más que nada a que Bill en sus dieciséis años jamás había recorrido el bosque solo, la mayoría de las veces Agus hacía de niñera para él. Simone sonrió aún con la angustia en su pecho, tenía que dejar que Bill hiciera esto. Era casi un adulto.

Bill espero impaciente a que la canasta repleta de panecillos de canela estuviera lista. Sus orejas sensibles se movían cada dos por tres ante los movimientos de su madre en la cocina. 

El olor a leña quemándose produciéndole un cosquilleo en su desarrollada nariz. La alegría que tenia dentro de su cuerpo delgado era casi imposible de contener.

La canasta fue puesta frente a él, con cinco panecillos, un poco de miel de abeja y alguna fruta.

—Recuerda que la abuela es algo mayor —empezó Simone, pero Bill lo interrumpió rápidamente.
—Debo ir con cuidado, sin sobresaltarla y que no vea mis orejas de repente —terminó por ella con una sonrisa tomando la pequeña canasta, la impaciencia ganándole a su cautela.

Salió corriendo después de despedirse con un beso en la mejilla de ambas, Agus escondió la cola rubia bajo la enorme falda de su vestido.

—Estará bien Simone —la consoló apretando suavemente sus hombros —. Puede cuidarse solo.
—Me preocupa que…—paró sus palabras abriendo enormemente sus ojos—. ¡El lobo!
Simone corrió tras de él, pero era demasiado tarde. Lo único que se veía de Bill era una ligera nube de polvo.
—Bueno, no creo que le pase nada malo —.Agus intento tranquilizarla y Simonne le creyó. Al final de cuentas, Bill era parte del bosque así como el bosque formaba parte de lo que él era —.Debemos hornear un pastel —le recordó después de unos momentos.
—Espero que no lo encuentre.

~*~

Mientras tanto en el bosque, Bill se encontraba caminando alegremente ocultando su verdadera apariencia bajo su caperuza preferida. Abrazó la canasta pegándola a su pecho donde su corazón latía agitado debido a su alegría.

Si, tal vez estaba siendo un tanto infantil, pero ¿qué importaba? Era la primera cosa que podía hacer sin que alguien más tuviera que cuidarlo. Sin que nadie lo llamara monstruo.

Sus orejas decayeron bajo la capa, viéndose imposibilitado para ganarle a la tristeza. ¿Qué tenia de malo ser como él era? Bill no entendía por qué lo trataban tan cruelmente, seguía siendo igual a todos, con orejas y cola de un felino, pero igual de todas maneras. Podía sentir, razonar ¿eso no contaba?

Una suave fragancia capturo sus sentidos, sin pensarlo se dejo caer cuidando la canasta en todo momento. A la abuela le alegrarían unas flores, de eso estaba casi seguro. Empezó recogiendo las que le parecían más lindas, tenían un olor suave que lo hacían sentir en paz.

«Lilas», pensó mientras cerraba los ojos.

Una presencia se posicionó en su espalda, haciéndolo estremecer. Volteó rápidamente solo para encontrarse con unos ojos marrones muy cerca de los suyos. La respiración se le atoró en la garganta, podía sentir sus huesos como gelatina. Nadie, a no ser su madre o Agus se habían aproximado a él de esa manera.

—Te deje sin habla —.Dijo el extraño con una voz demasiado provocativa para los desarrollados sentidos de Bill —, soy demasiado sexy para tus sentidos —.Se burló de la pequeña línea de pensamiento del pelinegro, el cual enrojeció mientras señalaba a los pies del arrogante chico.
—¡Estas pisando mi cola! —le gritó, demasiado tentado a empujarlo pero se contuvo. Simone lo había educado mejor que eso.
—Ah, era eso —se movió unos centímetros dejando la peluda cola de Bill en libertad —, ¿debería disculparme?
—¿Lo sientes en verdad? —preguntó con recelo.       
—Lo cierto es que no —.Se rió él extraño causando que Bill frunciera el ceño.
—Entonces no lo hagas y déjame en paz —gruñó enderezándose de repente para alejarse de él.

Tomó las flores metiéndolas con cuidado en la cesta, lo que menos quería era arruinarlas por un arranque de enojo debido a un lobucho desconocido, porque eso era; un demonio lobo. Bill podía olerlo correr por su torrente sanguíneo, un antiguo linaje de lobo que lo obligaba a arrugar la nariz.

—¿La caperucita roja se ha enojado? —preguntó el lobo con una sonrisa burlona, la poca paciencia de Bill estaba llegando a su límite. Contó mentalmente hasta diez, decidido a ignorar a ese ser tan molesto.

El pequeño felino recogió la canasta ajustándose el gorro de su caperuza esperanzado en que no identificara su extraño aroma, y así sin decir palabra se dio la vuelta emprendiendo de nuevo su camino.

—¿A dónde vas? —inquirió de nuevo el extraño, sus rastas se movían al compás de sus movimientos hipnotizando los sentidos de Bill, pero la ley del hielo danzaba entre ellos, enojando al menor y divirtiendo al mayor de sobremanera.

Bill intentó huir y en cada uno de sus movimientos era interceptado por el lobo. Siseó en advertencia, pero era en vano. El chico lo miraba con esa sonrisa engreída.

A lo lejos alcanzó a divisar el camino que había abandonado para recoger las flores, su mente empezó a barajear la posibilidad de correr hacia ahí y tal vez (con un golpe de suerte) el chico-demonio dejaría de seguirlo.

No lo meditó ni un segundo más, echo a correr sintiendo como sus sentidos agudizarse, sus orejas alcanzaron a captar la sonora carcajada de su acosador, gruñendo al notar que ese simple sonido opacaba cualquier otra cosa para sus sentidos.

—¡Soy Tom!

Escuchó el gritó del lobo, no le importó. Lo único que deseaba en ese momento era llegar a casa de su abuela. Suspiró cuando la esencia (y presencia) se volvió solo un mal recuerdo en su memoria.

La felicidad de Bill se renovó cuando una mariposa paso cerca de él casi rozando su nariz.

—Que bellos colores —dijo con una sonrisa mientras su cola serpenteaba bajo su manto rojizo.

Frunció un poco los labios mirando a todas direcciones, al no ver nadie más a su alrededor se desprendió de la obstrucción en su cabeza dejando libres sus pequeños triángulos negros, los cuales se movieron captando cada sonido presente en el aire.

Movimiento que se vio interrumpido cuando cayó en la cuenta que el lobo había pisado su cola, ¿por qué no menciono algo sobre eso? Bill sacudió la cabeza, era mejor no pensar en ese chico tan engreído.

~*~

Había perdido mucho, mucho tiempo. Bill era consciente de eso por la manera en que el sol estaba sobre su cabeza, se ajusto la capa acomodando sus triangulares orejas bajo su cobijo.
Decidió que lo mejor era volver a tomar el camino hacia la cabaña de su abuela lo más pronto posible. Acomodo las flores con cuidado de no dañar los alimentos, acuñando la canasta contra sí.
Los pájaros que lo habían estado observando todo el tiempo empezaron su canto mientras lo seguían, el chico gato sonrió al notarlos siguiendo la melodía con su voz, utilizando ese tono dulce con el cual Simone le cantaba de pequeño.
Después de un rato su visión se llenó con la imagen de una casucha pérdida entre grandes enredaderas y frondosos árboles, varios colibríes revoloteaban alimentándote del dulce néctar de las flores mientras el Señor Bigotes se estiraba perezosamente frente a la ventana.
—Hola —.Bill le habló al viejo felino, quien sólo atino a ronronear cuando sus dedos rascaron tras sus orejas —,¿está la abuela?
—No, acaba de salir —.El gato contestó a la pregunta bajándose de su improvisada cama, para pararse justo al lado de una maseta —, pero la llave esta aquí, puedes pasar.
Bill sonrió agradecido que su capacidad de entendimiento hacia los animales no se hubiera debilitado con el pasar de los años. Tomó la llave abriendo la puerta, para que su nariz se arrugara con el olor dentro. Dejó la pequeña canasta en la mesa, o en el reducido espacio que quedaba libre.
Se quito la caperuza con cuidado de no causar alguna ráfaga de aire, lo que menos quería era mover la infinidad de libros que había frente a él.
—Qué extraño —.Musitó con recelo empezando a olfatear, por un instante habría jurado que el aroma de un lobo estaba presente.
—¿Qué sucede? —el Señor Bigotes llego hasta Bill con su andar tranquilo, restregándose en las piernas del menor  quien se agacho para cargarlo.
—Juraría que olía a lobo —dijo sin pensar, el gato entre sus brazos se tensó un poco aunque se repuso rápidamente.
—Necesitas descansar, ven vamos a sentarnos —.Bill lo siguió repentinamente cansado, recostándose en el sofá más cercano ante los ojos gatunos.
Se dejo guiar hasta casi la inconsciencia con una paz profunda, o ese era su plan. En cuanto sus pensamientos se veían confusos por el sueño sintió el peso de otra mirada. El ceño de Bill se frunció un poco, imposibilitado de abrir sus parpados.
—¿Bill? —Escuchó una voz en su cabeza, a lo que él contestó con un siseo causando una risa en su interlocutor —,¿puedes verme?
A pesar de que el menor trató de ironizar con la situación, el timbre de voz le resultaba vagamente familiar y a pesar de que apenas era capaz de escucharse claramente sin un pequeño eco, como si estuviera a gran distancia; era una voz que le decía que debía hablar con respeto, la razón ni el mismo podía explicársela.
—No señor —dijo con voz ligeramente temerosa, su cola serpenteo como siempre hacía cuando se encontraba nervioso. Quiso preguntar el cómo sería posible para él verlo, si sus ojos se negaban a responder las órdenes de su cerebro.
—No intentes verme con los ojos, mírame con el corazón.
—¿Papá? —preguntó Bill sintiendo una nueva emoción en su cuerpo felino.
En cuanto lo hizo una fuerza mucho más poderosa que la gravedad lo expulsó de su cuerpo, arrastrándolo a una dimensión desconocida para él. Se sentía ligero, como si las estrellas hormiguearan por su piel, más allá de eso, se sentía en paz.
Sus ojos revisaron el lugar donde se encontraba con una calidez felina, como un cachorro en busca de uno de sus padres.
—Bill —la misma voz le habló, esta vez más cerca. Él aludido se dio la vuelta encontrándose con una pantera que lo miraba, el amor destilando por sus ojos marrones.
Gritó arrojándose al cuello del felino mientras las lágrimas luchaban por salir, el enorme gato lo empujó con suavidad haciendo que cayera sobre su trasero.
—No tengo mucho tiempo —. Jörg dijo con un suspiro, pero al levantar la mirada pudo notar como Bill trataba de sofocar un puchero. Se aproximó hasta el cachorro para rodearlo con una de sus poderosas patas atrayéndolo a su cuerpo —. Lamento no haberte visto crecer, pero quiero que sepas que nunca deje de amarte o a tu madre, ustedes dos son lo más importante para mí.
—Lo sé —.Bill sabe que dice la verdad, pudo sentirlo nada más tocar el pelaje de su padre.
—Soy el guardián del bosque hijo mío —la pantera habló apretando los dientes—. Se ha extendido el rumor que el otro guardián está a punto de morir, por lo que su hijo tomará su lugar.
Bill enfocó la mirada en su padre, a pesar de tener la forma de una pantera podía notar como los sentimientos atravesaban su rostro y el porqué su madre lo había amado. Las palabras que de sus labios brotaban debían significar algo, pero Bill no podía notar que tenía que ver él en eso.
—Si eso pasa, tú deberás tomar la custodia del bosque norte.
—Pero si solo soy un niño —musitó mordiéndose el labio, su padre intento sonreír para tranquilizarlo sin conseguirlo.
—El chico también lo es, pero no es eso lo que temo —.Jörg mostró sus colmillos en frustración.
Una sombra voló en dirección de la pantera, haciendo que Bill retrocediera y que las palabras de su progenitor fueran cortadas de tajo. La propia figura de Jörg se perdió, haciendo que al cachorro le resultara imposible decidir quién era quién.
No puedes evitar que suceda.
La voz siseo en la cabeza de Bill haciéndolo doblarse de miedo, su cola se crispó y los vellos de sus brazos se erizaron. Ese timbre de voz le resultaba familiar, pero no recordaba el lugar exacto de donde la había escuchado.
Bill, hijo no dejes que te…
—¡Despierta dormilón!
El señor Bigotes se arrojó sobre su estomago, provocando que un siseo saliera de los labios de Bill.
—Eso me dice que tuviste un mal sueño —se rió el gato frotándose contra él—, la abuela llego, está en su cuarto.
—¿Por qué no me despertó? —.Inquirió Bill con el ceño fruncido, aun la extraña imagen de su padre lo tenía preocupado.
—Dijo que estaba cansada, no te vio.
Aquello resultaba probable, la abuela era una anciana mayor y despistada. Bill hizo una mueca extraña mientras olfateaba en la habitación.
—Hay un lobo aquí —dijo al fin, notando que la cabeza del gato giraba en su dirección. La sospecha bailo en esos ojos amarillos mirando hacia arriba.
—Viene de allá.
Bill se apresuró por las escaleras hasta llegar al cuarto de la abuela, el olor a lobo se incrementó considerablemente también. Abrió la puerta sin cuidado causando que esta se estrellara contra la pared.
—Tú…
La sonrisa que le dirigió la persona dentro del cuarto lo hizo estremecer.



2 comentarios:

  1. Mayyyy!!! No se qué carajos hice con mi comentario, pero va de nuevo.

    Sabes que me encanta como narras. Me he quedado con una sensación de ternura, la inocencia de Bill... :)

    Vamos a esperar el siguiente capítulo de esta nueva versión del "chico de la capa roja y el depredador sexi" :)

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  2. pucha :c mi comentario creo que no se publico pero bueno aqui va de nuevo May :W jaksksajkjskjas bueno bueno me lei de nuevo el capitulo y es Tan OMG!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! (ya me lo avia leido cuando me lo mandaste. me lo lei cuando iva al colegio en la mañana un dia y me emocionaba tanto ;z)XD tom es el hermano de bill? o que cosa Q2222222222222222222222222222! no no quiero el capitulo 3 wn :C AHORA YA! XDDDDDDDDDDDDDD kjasjkajkjsk okay cuando subas avisa me :C y ñaslñaslña{slalasl{{aslñ{asñlas y :$ me encanta el fic ñlsañlsña<3

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