Nota del autor: En respuesta al reto de Pink Girl
del grupo de facebook TH Kinky Twink.
Espero les guste.
Capitulo 1
.
—Jugaremos en el bosque mientras el lobo no está,
porque si el lobo aparece a todos nos comerá —el canto de los niños era
escuchado en aquel pequeño pueblo tranquilo perdido entre las montañas. Ajenos
en su inocencia de los peligros que conlleva vivir cerca de las fauces de los
depredadores.
—Lobo, lobito ¿estás ahí? —.Cantaron al final
deteniéndose a mitad de la vuelta que hacían al compás de su melodía,
intentaron escuchar pero no había más que el sonido de la madera crujir bajo el
yugo de los hombres de la tribu.
—Es inútil, no vendrá —.Alexander el mayor de todos
los niños reunidos bufó molesto. Sus labios pequeños se apretaron en una
delgada línea debido a la ira contenida en su cuerpo mientras sus ojos verdes
chispearon ante la impotencia.
Un manto rojo proveniente de entre las sombras
inundo la visión de los niños.
—Ahí viene la caperucita roja —se
mofaron al unísono mientras la figura salía del escondite, los profundos ojos
avellana estaban temerosos ante tal escrutinio.
Era un chico cobarde a pesar de su
edad, oculto tras el manto que representaba la única salida a la realidad que
lo atormentaba. Su cuerpo largo y delgado paso entre la multitud mientras se
abrazaba a la caperuza que portaba, el cabello negro se escapo de la prisión
que era su coleta haciéndolo estremecer.
—¡Monstruo! —gritó uno de los pequeños mientras
empezaban a rodearlo coreando esa palabra. Se tomaron de las manos girando
nuevamente en torno al chico de la capa roja.
El cual se dejo caer abrazándose a las rodillas,
empezando a temblar. El terror se apoderaba de él, recorriendo su cuerpo
centímetro a centímetro mientras sus oídos zumbaban con la palabra monstruo en
ellos.
—Niños, basta —una chica de cabellera rubia se
acercó ante tal alboroto, sus ojos marrones observaron la escena mientras su
nariz hacia un mohín al comprender, gruño para sí levantando al muchacho con
fuerza —.Andando Bill.
—Agus, no quiero —susurró con voz cansada.
—Simone te busca —dijo empezando a jalarlo con ella,
si algo la definía era el ser terca, muy terca.
Bill asintió dejándose llevar por su prima, la
prometida del cazador del pueblo. ¿Qué más daba para él si la obedecía? Siguió
la figura envuelta en el ajustado vestido color jade, mientras sus agudos sentidos
intentaban sin éxito callar los susurros que perforaban sus oídos. Divisaron no
muy lejos la choza de Simone, Agus llamó a la puerta esperando sin demorar más
de tres minutos en recibir una respuesta.
La mujer castaña salió abrazando a Bill mientras
acallaba los sollozos que irrumpían de su pecho.
—No hagas eso otra vez —lo reprendió apretando tan
fuerte que Bill tuvo que utilizar sus manos como una palanca para alejar a su progenitora,
cuando se vio libre de la prisión en que se había convertido sus brazos tomo
aire desesperadamente.
—Lo siento madre —se disculpó avergonzado mientras
sus mejillas se pintaban carmín —.Solo di la vuelta.
—Eso es peligroso Bill —dijo Agus con el ceño
fruncido.
Bill siseo
sin quererlo, enojado consigo mismo por ser lo que era. Cansado y demasiado
molesto por arrastrar a su prima y a su madre en la situación de haber nacido
como lo había hecho. Porque era un monstruo en cada una de sus letras.
Simone acarició su cabello empezando a despojarlo
de la caperuza roja, unos pequeños triángulos peludos se movieron mientras que
la cola en la cintura de Bill dejó de ejercer fuerza elevándose hasta rozar los
brazos maternos.
—No quiero perderte —habló Simone con voz rota por
el nudo que empezaba a formarse en su garganta. Las orejas de Bill se pegaron
al cráneo mientras que en su pecho un ligero ronroneo comenzaba, como una
melodía que intentaba calmar los males de su madre.
—Solo quiero poder ser quien soy —el tono
agonizante de Bill hizo que el corazón de Simone se estrujara fuertemente.
«Soy la responsable de que sea infeliz. », pensó
tristemente.
La cola de Agus salió de debajo de su vestido
empezando a juguetear por el rostro de Bill, en un intento de animarlo como
cuando era apenas un bebe.
—Agus —se quejó él con tono juguetón.
Ella le sonrió mientras lo cobijaba en un abrazo.
Bill ronroneo en respuesta sabiendo, aun sin una comunicación oral lo que ella
trataba de decirle.
—Bill —Simone cortó el momento entre primos para
mirarlo con preocupación, pero con una sonrisa adornando sus labios —,¿quieres
llevarle pastelillos a la abuela?
—¡Sí! —.Cantó victorioso dando pequeños saltos de
emoción.
«Se ve radiante», Agus sonrió con cariño, con el
paso de los años Bill se había convertido en un pequeño cachorro para ella.
Si, ambos no eran personas normales. Habían seres
que la mayoría de los pueblerinos llamaban demonios,
pero no lo eran. Eran guardianes del bosque, y como lo que eran se quedaban
entre las sombras, solo observando lo que ocurría a su alrededor.
El propio padre de Bill era un guardián pantera que
se había enamorado de Simone años atrás, casi al punto de abandonar su amado
bosque. Aunque antes de lo que ambos creyeron Jörg había sido asesinado cuando había
intentado escapar de su destino para tener su final feliz. A Simone aun le dolía
su muerte profundamente, más cuando la noticia de su embarazo se hizo oficial.
Todos sin excepción le habían dado la espalda,
acusándola de hereje. Y cuando el niño había nacido con las orejas y cola
propia de un felino no le quedo otro remedio más que huir. Huir hasta llegar al bosque donde vivía su hermana,
cerca de la casa de la que aun sin sangre de por medio había considerado su
abuela, siendo recibida con los brazos abiertos. Quién diría que dieciséis años
pasarían tan deprisa.
—¿En qué
momento creciste tanto? —musitó Simone en un susurro demasiado bajo para que
alguno de los presentes la escuchara, sonriendo ante la alegría de su pequeño.
Esta se debía más que nada a que Bill en sus
dieciséis años jamás había recorrido el bosque solo, la mayoría de las veces
Agus hacía de niñera para él. Simone sonrió aún con la angustia en su pecho, tenía
que dejar que Bill hiciera esto. Era casi un adulto.
Bill espero impaciente a que la canasta repleta de
panecillos de canela estuviera lista. Sus orejas sensibles se movían cada dos
por tres ante los movimientos de su madre en la cocina.
El olor a leña quemándose
produciéndole un cosquilleo en su desarrollada nariz. La alegría que tenia
dentro de su cuerpo delgado era casi imposible de contener.
La canasta fue puesta frente a él, con cinco
panecillos, un poco de miel de abeja y alguna fruta.
—Recuerda que la abuela es algo mayor —empezó Simone,
pero Bill lo interrumpió rápidamente.
—Debo ir con cuidado, sin sobresaltarla y que no
vea mis orejas de repente —terminó por ella con una sonrisa tomando la pequeña
canasta, la impaciencia ganándole a su cautela.
Salió corriendo después de despedirse con un beso
en la mejilla de ambas, Agus escondió la cola rubia bajo la enorme falda de su
vestido.
—Estará bien Simone —la consoló apretando
suavemente sus hombros —. Puede cuidarse solo.
—Me preocupa que…—paró sus palabras abriendo
enormemente sus ojos—. ¡El lobo!
Simone corrió tras de él, pero era demasiado tarde.
Lo único que se veía de Bill era una ligera nube de polvo.
—Bueno, no creo que le pase nada malo —.Agus
intento tranquilizarla y Simonne le creyó. Al final de cuentas, Bill era parte
del bosque así como el bosque formaba parte de lo que él era —.Debemos hornear
un pastel —le recordó después de unos momentos.
—Espero que no lo encuentre.
~*~
Mientras tanto en el bosque, Bill se encontraba
caminando alegremente ocultando su verdadera apariencia bajo su caperuza
preferida. Abrazó la canasta pegándola a su pecho donde su corazón latía
agitado debido a su alegría.
Si, tal vez estaba siendo un tanto infantil, pero
¿qué importaba? Era la primera cosa que podía hacer sin que alguien más tuviera
que cuidarlo. Sin que nadie lo llamara monstruo.
Sus orejas decayeron bajo la capa, viéndose
imposibilitado para ganarle a la tristeza. ¿Qué tenia de malo ser como él era? Bill
no entendía por qué lo trataban tan cruelmente, seguía siendo igual a todos, con
orejas y cola de un felino, pero igual de todas maneras. Podía sentir, razonar
¿eso no contaba?
Una suave fragancia capturo sus sentidos, sin
pensarlo se dejo caer cuidando la canasta en todo momento. A la abuela le
alegrarían unas flores, de eso estaba casi seguro. Empezó recogiendo las que le
parecían más lindas, tenían un olor suave que lo hacían sentir en paz.
«Lilas», pensó mientras cerraba los ojos.
Una presencia se posicionó en su espalda,
haciéndolo estremecer. Volteó rápidamente solo para encontrarse con unos ojos
marrones muy cerca de los suyos. La respiración se le atoró en la garganta,
podía sentir sus huesos como gelatina. Nadie, a no ser su madre o Agus se
habían aproximado a él de esa manera.
—Te deje sin habla —.Dijo
el extraño con una voz demasiado provocativa para los desarrollados sentidos de
Bill —, soy demasiado sexy para tus sentidos —.Se
burló de la pequeña línea de pensamiento del pelinegro, el cual enrojeció
mientras señalaba a los pies del arrogante chico.
—¡Estas pisando mi cola! —le gritó, demasiado tentado a empujarlo pero se contuvo. Simone lo había educado mejor que eso.
—Ah, era eso —se movió unos centímetros dejando la peluda cola de Bill en libertad —, ¿debería disculparme?
—¡Estas pisando mi cola! —le gritó, demasiado tentado a empujarlo pero se contuvo. Simone lo había educado mejor que eso.
—Ah, era eso —se movió unos centímetros dejando la peluda cola de Bill en libertad —, ¿debería disculparme?
—¿Lo sientes en verdad?
—preguntó con recelo.
—Lo cierto es que no —.Se rió él extraño causando
que Bill frunciera el ceño.
—Entonces no lo hagas y déjame en paz —gruñó enderezándose
de repente para alejarse de él.
Tomó las flores metiéndolas con cuidado en la
cesta, lo que menos quería era arruinarlas por un arranque de enojo debido a un
lobucho desconocido, porque eso era; un demonio lobo. Bill podía olerlo correr
por su torrente sanguíneo, un antiguo linaje de lobo que lo obligaba a arrugar
la nariz.
—¿La caperucita roja se ha enojado? —preguntó el
lobo con una sonrisa burlona, la poca paciencia de Bill estaba llegando a su límite.
Contó mentalmente hasta diez, decidido a ignorar a ese ser tan molesto.
El pequeño felino recogió la canasta ajustándose el
gorro de su caperuza esperanzado en que no identificara su extraño aroma, y así
sin decir palabra se dio la vuelta emprendiendo de nuevo su camino.
—¿A dónde vas? —inquirió de nuevo el extraño, sus
rastas se movían al compás de sus movimientos hipnotizando los sentidos de
Bill, pero la ley del hielo danzaba entre ellos, enojando al menor y
divirtiendo al mayor de sobremanera.
Bill intentó huir y en cada uno de sus movimientos
era interceptado por el lobo. Siseó en advertencia, pero era en vano. El chico
lo miraba con esa sonrisa engreída.
A lo lejos alcanzó a divisar el camino que había
abandonado para recoger las flores, su mente empezó a barajear la posibilidad
de correr hacia ahí y tal vez (con un golpe de suerte) el chico-demonio dejaría
de seguirlo.
No lo meditó ni un segundo más, echo a correr
sintiendo como sus sentidos agudizarse, sus orejas alcanzaron a captar la
sonora carcajada de su acosador, gruñendo al notar que ese simple sonido
opacaba cualquier otra cosa para sus sentidos.
—¡Soy Tom!
Escuchó el gritó del lobo, no le importó. Lo único
que deseaba en ese momento era llegar a casa de su abuela. Suspiró cuando la
esencia (y presencia) se volvió solo un mal recuerdo en su memoria.
La felicidad de Bill se renovó cuando una mariposa
paso cerca de él casi rozando su nariz.
—Que bellos colores —dijo con una sonrisa mientras
su cola serpenteaba bajo su manto rojizo.
Frunció un poco los labios mirando a todas
direcciones, al no ver nadie más a su alrededor se desprendió de la obstrucción
en su cabeza dejando libres sus pequeños triángulos negros, los cuales se
movieron captando cada sonido presente en el aire.
Movimiento
que se vio interrumpido cuando cayó en la cuenta que el lobo había pisado su cola,
¿por qué no menciono algo sobre eso? Bill sacudió la cabeza, era mejor no
pensar en ese chico tan engreído.
~*~
Había
perdido mucho, mucho tiempo. Bill era consciente de eso por la manera en que el
sol estaba sobre su cabeza, se ajusto la capa acomodando sus triangulares
orejas bajo su cobijo.
Decidió que lo mejor
era volver a tomar el camino hacia la cabaña de su abuela lo más pronto
posible. Acomodo las flores con cuidado de no dañar los alimentos, acuñando la
canasta contra sí.
Los pájaros que lo
habían estado observando todo el tiempo empezaron su canto mientras lo seguían,
el chico gato sonrió al notarlos siguiendo la melodía con su voz, utilizando
ese tono dulce con el cual Simone le cantaba de pequeño.
Después de un rato su
visión se llenó con la imagen de una casucha pérdida entre grandes enredaderas
y frondosos árboles, varios colibríes revoloteaban alimentándote del dulce
néctar de las flores mientras el Señor Bigotes se estiraba perezosamente frente
a la ventana.
—Hola —.Bill le habló
al viejo felino, quien sólo atino a ronronear cuando sus dedos rascaron tras
sus orejas —,¿está la abuela?
—No, acaba de salir —.El
gato contestó a la pregunta bajándose de su improvisada cama, para pararse
justo al lado de una maseta —, pero la llave esta aquí, puedes pasar.
Bill sonrió
agradecido que su capacidad de entendimiento hacia los animales no se hubiera
debilitado con el pasar de los años. Tomó la llave abriendo la puerta, para que
su nariz se arrugara con el olor dentro. Dejó la pequeña canasta en la mesa, o
en el reducido espacio que quedaba libre.
Se quito la caperuza
con cuidado de no causar alguna ráfaga de aire, lo que menos quería era mover
la infinidad de libros que había frente a él.
—Qué extraño —.Musitó
con recelo empezando a olfatear, por un instante habría jurado que el aroma de
un lobo estaba presente.
—¿Qué sucede? —el
Señor Bigotes llego hasta Bill con su andar tranquilo, restregándose en las
piernas del menor quien se agacho para
cargarlo.
—Juraría que olía a
lobo —dijo sin pensar, el gato entre sus brazos se tensó un poco aunque se
repuso rápidamente.
—Necesitas descansar,
ven vamos a sentarnos —.Bill lo siguió repentinamente cansado, recostándose en
el sofá más cercano ante los ojos gatunos.
Se dejo guiar hasta
casi la inconsciencia con una paz profunda, o ese era su plan. En cuanto sus
pensamientos se veían confusos por el sueño sintió el peso de otra mirada. El
ceño de Bill se frunció un poco, imposibilitado de abrir sus parpados.
—¿Bill? —Escuchó una
voz en su cabeza, a lo que él contestó con un siseo causando una risa en su
interlocutor —,¿puedes verme?
A pesar de que el
menor trató de ironizar con la situación, el timbre de voz le resultaba
vagamente familiar y a pesar de que apenas era capaz de escucharse claramente
sin un pequeño eco, como si estuviera a gran distancia; era una voz que le decía
que debía hablar con respeto, la razón ni el mismo podía explicársela.
—No señor —dijo con
voz ligeramente temerosa, su cola serpenteo como siempre hacía cuando se
encontraba nervioso. Quiso preguntar el cómo sería posible para él verlo, si
sus ojos se negaban a responder las órdenes de su cerebro.
—No intentes verme
con los ojos, mírame con el corazón.
—¿Papá? —preguntó Bill
sintiendo una nueva emoción en su cuerpo felino.
En cuanto lo hizo una
fuerza mucho más poderosa que la gravedad lo expulsó de su cuerpo,
arrastrándolo a una dimensión desconocida para él. Se sentía ligero, como si
las estrellas hormiguearan por su piel, más allá de eso, se sentía en paz.
Sus ojos revisaron el
lugar donde se encontraba con una calidez felina, como un cachorro en busca de
uno de sus padres.
—Bill —la misma voz
le habló, esta vez más cerca. Él aludido se dio la vuelta encontrándose con una
pantera que lo miraba, el amor destilando por sus ojos marrones.
Gritó arrojándose al
cuello del felino mientras las lágrimas luchaban por salir, el enorme gato lo
empujó con suavidad haciendo que cayera sobre su trasero.
—No tengo mucho
tiempo —. Jörg dijo con un suspiro, pero al levantar la mirada pudo notar como
Bill trataba de sofocar un puchero. Se aproximó hasta el cachorro para rodearlo
con una de sus poderosas patas atrayéndolo a su cuerpo —. Lamento no haberte
visto crecer, pero quiero que sepas que nunca deje de amarte o a tu madre,
ustedes dos son lo más importante para mí.
—Lo sé —.Bill sabe
que dice la verdad, pudo sentirlo nada más tocar el pelaje de su padre.
—Soy el guardián del
bosque hijo mío —la pantera habló apretando los dientes—. Se ha extendido el
rumor que el otro guardián está a punto de morir, por lo que su hijo tomará su
lugar.
Bill enfocó la mirada
en su padre, a pesar de tener la forma de una pantera podía notar como los
sentimientos atravesaban su rostro y el porqué su madre lo había amado. Las
palabras que de sus labios brotaban debían significar algo, pero Bill no podía
notar que tenía que ver él en eso.
—Si eso pasa, tú deberás
tomar la custodia del bosque norte.
—Pero si solo soy un
niño —musitó mordiéndose el labio, su padre intento sonreír para tranquilizarlo
sin conseguirlo.
—El chico también lo
es, pero no es eso lo que temo —.Jörg mostró sus colmillos en frustración.
Una sombra voló en
dirección de la pantera, haciendo que Bill retrocediera y que las palabras de
su progenitor fueran cortadas de tajo. La propia figura de Jörg se perdió,
haciendo que al cachorro le resultara imposible decidir quién era quién.
No puedes evitar que suceda.
La voz siseo en la
cabeza de Bill haciéndolo doblarse de miedo, su cola se crispó y los vellos de
sus brazos se erizaron. Ese timbre de voz le resultaba familiar, pero no
recordaba el lugar exacto de donde la había escuchado.
Bill, hijo no dejes que te…
—¡Despierta dormilón!
El señor Bigotes se
arrojó sobre su estomago, provocando que un siseo saliera de los labios de
Bill.
—Eso me dice que
tuviste un mal sueño —se rió el gato frotándose contra él—, la abuela llego, está
en su cuarto.
—¿Por qué no me
despertó? —.Inquirió Bill con el ceño fruncido, aun la extraña imagen de su
padre lo tenía preocupado.
—Dijo que estaba
cansada, no te vio.
Aquello resultaba
probable, la abuela era una anciana mayor y despistada. Bill hizo una mueca
extraña mientras olfateaba en la habitación.
—Hay un lobo aquí
—dijo al fin, notando que la cabeza del gato giraba en su dirección. La
sospecha bailo en esos ojos amarillos mirando hacia arriba.
—Viene de allá.
Bill se apresuró por
las escaleras hasta llegar al cuarto de la abuela, el olor a lobo se incrementó
considerablemente también. Abrió la puerta sin cuidado causando que esta se
estrellara contra la pared.
—Tú…
Mayyyy!!! No se qué carajos hice con mi comentario, pero va de nuevo.
ResponderEliminarSabes que me encanta como narras. Me he quedado con una sensación de ternura, la inocencia de Bill... :)
Vamos a esperar el siguiente capítulo de esta nueva versión del "chico de la capa roja y el depredador sexi" :)
pucha :c mi comentario creo que no se publico pero bueno aqui va de nuevo May :W jaksksajkjskjas bueno bueno me lei de nuevo el capitulo y es Tan OMG!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! (ya me lo avia leido cuando me lo mandaste. me lo lei cuando iva al colegio en la mañana un dia y me emocionaba tanto ;z)XD tom es el hermano de bill? o que cosa Q2222222222222222222222222222! no no quiero el capitulo 3 wn :C AHORA YA! XDDDDDDDDDDDDDD kjasjkajkjsk okay cuando subas avisa me :C y ñaslñaslña{slalasl{{aslñ{asñlas y :$ me encanta el fic ñlsañlsña<3
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