martes, 25 de diciembre de 2012

Samurái


Notas del autor:
Dedicado especialmente a mi hermosa Moonchild, fuiste mi motivación para salir de mi “zona de confort” y alejarme unos minutos del fandom para escribir esto, que aunque pequeño tiene todo mi amor para ti :3

~*~
Samurái

En el fondo él lo deseaba, muy dentro de sí las ansias lo recorrían royendo sus entrañas dándole un mandato que no podía negarse a llevar a cabo. El lobo fijó la mirada en la suya con solo una orden clara en ella, retrajo la piel de sus labios mostrándole una sonrisa lobuna y lo supo; estaba jodido, verdaderamente jodido.

Intentar algún movimiento solo sería una acción estúpida y sin resultados satisfactorios para su persona, por lo que se limitó a seguir con la vista totalmente enfocada en la otra. El filo de la espada entre sus manos le recordó que debía atacar a su rival, aún si eso significara perder ese deseo irrefrenable en sus venas.

Un paso, solo eso basto para que su cuerpo fuera recorrido por un escalofrió. Sus impulsos le dictaban demasiadas órdenes, pero sus sentidos estaban siendo controlados por el lobo que seguía con esa sonrisa tatuada en sus labios.

Ataca, libérate de su poder.

La mandíbula ejerció presión sobre sus dientes, su respiración se aceleró y no pudo más que soltar un pequeño bufido de frustración al percatarse que no podía mover ni un músculo en contra de ese ser. Solo siguió en la misma pose dentro de aquel pequeño templo.

El lobo se relamió los labios donde liquido carmín corría libremente, un estremecimiento de puro deseo recorrió al samurái incitándolo, pero debía controlarse. Era el mejor guerrero que había y podía dominar no solo a la bestia frente a él, sino también a su propio demonio.

—¿Crees que puedes vencerme?

Se burló del lobo con su voz gruesa, los labios del samurái se separaron en un atisbo de sonrisa, sus ojos se desviaron hasta la máscara que usaba en sus combates. Deslizándose hasta encontrarse con los cadáveres recientes de los mercenarios que habían acabado convirtiéndose en sus víctimas.

Al regresar la mirada al frente el lobo se encontraba a centímetros de su rostro, la cuerda alrededor de su cuello mostraba pequeños atisbos de manchas rojas.

—Si ellos no pudieron detenerme —habló con voz profunda, sin desviar la mirada del samurái —,¿qué te hace pensar que tú lo conseguirás?

Las manos del lobo se cerraron en torno a los brazos del otro, disfrutando la sensación de dominio que lo embargó. Sabía que su rival no cedería tan sencillamente, lo respetaba por eso, pero aquello no le concedía el indulto.

Después del juicio hacia él, lo único que clamaba su alma era venganza. Hacia aquel que lo mando prisionero, y claro, aquel capaz de destrozarlo.

—Porque lo que tengo, no puedes demolerlo sin destruirte a ti mismo

El lobo mordió el cuello del samurái con saña, disfrutando el sonido que causaba los dientes apretados y los puños dispuestos atacar, pero sin hacerlo.

El samurái se reía con ironía al darse cuenta de su desdichado destino (¿o debería decir fortuna?) que lo mantenía unido a ese ser, que lo hacía desearlo aun sin poder tenerlo.

Porque esa era su condena, desear sin conseguir algo en concreto. Amar pero odiar a la vez. Matar, sin encontrar jamás un descanso.

Y eso representaba el lobo en su totalidad.

Eso era Paul para Anis.


domingo, 25 de noviembre de 2012

Lluvia

Dedicado a Marbius :)

~*~ 

—Otro día desperdiciado, jodida lluvia.

El menor de los Kaulitz bufó con fastidio decidiéndose por ir a ver una de las películas que tenía desde hace algunas semanas en espera.

La caja del DVD estaba en el estante de la sala por lo que lo tomó, sonrió con satisfacción dirigiéndose hasta su habitación dejándose caer en la cama.

Cuál sería su sorpresa que al abrir la caja en el interior no había nada.

—Tom —gruñó para sí mismo sin hacer nada más para cambiar eso, le daba una flojera enorme caminar 
hasta la habitación de su gemelo.

Estaba a punto de gritarle cuando en su bolsillo el móvil vibro anunciándole la llegada de un mensaje de texto.

Olvidando por completo la película se decidió a ver quién era, extrañándose de sobremanera al leer que era Tom el remitente de aquel mensaje, extrañeza que se incremento cuando solo leyó un pequeño “ven”.

Se incorporó de golpe, no sabiendo que hacer.

“Muévete idiota”, fue el segundo mensaje con el que su querido hermano lo hizo enfurecer.

—¡Serás cabrón! —gritó Bill, seguro de que Tom lo escucharía sin importar que.

Un tercer mensaje hizo que su curiosidad aumentara al máximo permitido y tomara la decisión de ir. Como su hermano lo pedía, sin hacer el menor ruido.

Lo encontró en el pasillo con una sonrisa cariñosa mientras miraba al interior de su habitación. Bill intentó preguntar qué pasaba para tener a su hermano así, pero este rápidamente lo detuvo haciendo un gesto que le indicaba que se aproximara y así lo hizo, aunque no sin cierto recelo.

Cuando sus ojos enfocaron lo que Tom miraba una cálida sensación inundo su pecho, ahí estaba su pequeña niña junto a Alastor, uno de los mayores.

No solo era ese hecho el que le producía eso, sino que estaba acomodada protectoramente sobre su cuello velando el sueño profundo de su compañero. Un sonido lastimero se deslizo de entre los dientes de él logrando espabilarla, para segundos después hacerla enderezarse con cuidado de no despertarlo.

Ante los ojos incrédulos de los gemelos empezó a lamerlo como si de un cachorro se tratara, Alastor abrió sus parpados mostrando sus pequeños ojos agradecidos regresando la caricia que le fue dada. Y cuando la perrita frotó su cabeza contra la de él dejó escapar un suspiro cerrando los ojos disfrutando el cariño que su compañera le brindaba.

Con el mismo cuidado y dedicación de sus anteriores acciones, la pequeña niña del gemelo menor se acerco hasta la colcha de la cama de Tom empezando a jalarla, hasta lograr tapar al menos una parte de Alastor. Satisfecha por eso, regresó a su anterior posición en el cuello de él, cerrando sus ojos y empezando a roncar por lo bajo segundos después.

Ambos hermanos se miraron con una sonrisa, un día de lluvia no era un desperdicio si se disfrutaba con las personas que amas.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Just the way you are


La música es estridente, la espalda bien formada esta contrayéndose para terminar la melodía que ha creado en la batería junto a otros tres chicos. Las alas en sus omoplatos se mueven como si estas pudieran, de alguna manera, alzarse en vuelo llevándolo lejos. Aun por encima de la multitud.

Su cara en perfecta concentración cae y muestra una sonrisa cuando el último sonido muere en su instrumento de manera gloriosa, el fuego a su alrededor ilumina su rostro empapado de sudor. El sudor que habla de cumplir uno de sus sueños.

Sabe que el espectáculo acabo, que de un momento a otro será hora de despertar a su realidad. Aun así, en ese momento lo único que puede hacer es saborear la libertad que su cuerpo cansado le ofrece.

Baja de la plataforma en la que está, sonriendo. El pasillo no le parece tan interminable como horas atrás en que lo recorría, al contrario. En esta ocasión es tan corto que tiene que detenerse para no chocar con el chico de trenzas frente a él.

Musita una disculpa, sabe que no puede hacer más pues están esperándolo del otro lado. Tom ni siquiera se nota molesto  mientras contesta con un “no hay problema” siguiendo su camino en busca de una toalla para borrar el exceso de agua en su cuerpo, sonriéndole a su baterista hasta que desaparece.

Gustav no lo ve como un exceso malo, es solo una pequeña parte de la alegría saliendo de su cuerpo.

Georg pasa a su lado palmeando su espalda con una ancha sonrisa, su cabellera lisa se pega a su frente dándole una apariencia extraña a los ojos del rubio, quien contesta su sonrisa con una más discreta. El ojiverde sabe lo que en el interior  de Gustav burbujea sin cesar, no necesita agregar que sus ojos marrones están brillando tanto de emoción que inclusive pueden opacar a las estrellas que los acompañan esa noche.

El rubio sigue su camino, encontrándose con un cansado y a la vez feliz Bill. Los ojos marrones de este capturan la mirada de Gustav con complicidad típica de amigos de muchos años. No es como la relación de los gemelos, pero el baterista sabe que en los ojos del cantante esta un lo hiciste bien que no necesita ser vocalizado.

Ambos se sonríen para después desviar la mirada, el pelinegro preguntándose por que cada vez que intenta elogiar a Gustav este solo rola los ojos, ¿cómo es que el baterista no mira lo que el cantante logra ver en él?

Bill suspira dejando al rubio marchar, sintiéndose un poco mal al saber que su amigo no cree en él como para aceptar lo hermoso que es, más allá del aspecto físico.

Al fin el baterista llega a su destino, la puerta se abre sin el menor ruido. Se dirige al baño y sin mirar a su alrededor enciende la luz para buscar una toalla, la pasa por su rostro sintiendo  como la sonrisa se va extendiendo.

Su reflejo la contesta haciendo que su ceño se contraiga con algo de enojo en sus facciones. No entiende, no puede entender siquiera el cómo esta con los demás cuando se nota el abismo que hay entre ellos.

Los gemelos son considerados perfectos, descendientes de algún dios de la belleza (en algunos casos). Bill incluso más que Tom. Georg, con su larga cabellera y esos picaros ojos verdes también es considerado bello, pero ¿y él? Solo es el chico tímido de la batería.

Cada vez que sus ojos chocan con el reflejo se encuentra uno y más defectos, sin embargo cuando esta tras su batería eso no parece importar. Se siente libre a su manera, lejos de todo y de todos. Pero en este momento, se encuentra mirándose y se siente peor que un ave cautiva.

—Si sigues pensando demasiado terminaras por arrugarte.

Gustav respinga al ser sacado de su trance de manera tan brusca, la búsqueda del culpable no dura más allá de tres segundos cuando ve al chico de trenzas justo detrás de él. La curiosidad gana en esos ojos y lentamente van entrecerrándose cuando Tom le sonríe.

—No me arrugaré —. Es su torpe respuesta.
—Claro, claro.

El gemelo mayor hace un ademan sin prestarle más importancia, pero sus ojos vuelven a examinar a Gustav curioso.

—Deja de verme así —suspira el aludido —, sé que me miro pésimo.
—¿A qué tiempo te refieres? —Tom ensancha su sonrisa al mirar la contrariedad pasar por el rostro de Gustav, pero tan rápido como llega se va.
—Siempre.
—Sabes que no es cierto —empieza el de trenzas, sin dejarse interrumpir por el baterista pues prosigue rápidamente —, ¿es que no has notado que cuando sonríes parece que las chicas se detienen solo para verte?
—Eso es porque no estás tú o Bill, o incluso Georg cerca. —Inquiere rápidamente Gustav causando que Tom golpee su frente aun brillosa.

Se acerca deteniendo al rubio por los hombros para hacerlo voltear y encararlo después.

—Eres asombroso así como eres Gustav —empieza a hablar dejando que sus ojos marrones capturen los de su amigo —, y creo firmemente que no cambiaría nada en ti. Aun si pudiera.

Gustav lo mira tratando de ocultar su sorpresa, Tom jamás se expresa así de nadie, ¿debería creerle?

—Eso fue tan gay.

Tom niega enérgicamente mientras suelta el agarre sobre el baterista, pero no se arrepiente de lo que dijo porque sabe que es verdad. El rubio tiene algo que jamás tendrá ni Tom, ni Bill ni Georg.

Gustav es increíble, solamente como él puede serlo. 


miércoles, 8 de agosto de 2012

Kryptonita


Dedicado a Marbius c:

Kryptonita

Georgie suspiró tratando de encontrar la forma de la nube frente a sus ojos. En sus escasos nueve años jamás se había visto en esa situación tan extraña. Tomie había tratado de despejar sus dudas y Georgie le creía aun si era dos años más pequeña que ella.
—Solo quédate en el árbol —recitó las palabras de su amiga con otro suspiro. —¿Para qué querría que lo hiciera?
—¿Georgie? —la voz infantil estaba cargada de sorpresa por encontrarla en esa posición, Georgie se incorporó sintiendo sus manos sudar cuando la reconoció; Agus.
—A-Agus —tartamudeó su nombre torpemente.
La niña rubia no se molestó por la manera en que su nombre fue dicho, y sin esperar una invitación se sentó al lado de Georgie con una diminuta sonrisa.
—Billie. —Dijo como si eso resumiera el porqué estuviera ahí.
Georgie asintió sintiendo sus mejillas pintarse de rosado, ese cosquilleo en la panza se hizo presente.
«Se siente como maripositas. » Pensó sosteniéndose delicadamente.
—¿No dirás nada? —preguntó Agus después de unos minutos en silencio. Los ojos verdes de Georgie se desviaron a los marrones, el sonrojo se hizo más pronunciado. —Billie dijo que tenía que ayudarte a buscar algo…
—¿Algo? —preguntó a su vez Georgie. Agus asintió desviando la mirada
—Dijo “una cosa”.
La castaña ladeo la cabeza, como si eso ayudara a su concentración. Tratando de imaginar a que cosa se refería Billie cuando envió a Agus con ella. El pequeño corazón en su pecho dio una sacudida cuando la rubia niña tomo su mano invitándola a levantarse, sus mejillas adquiriendo también un tono rosado.
—Es mejor buscarla antes de que mama me llame. —Suspiró jalando hacia sí misma a Georgie quien se había convertido en una pequeña estatua. —¿Georgie? —. Llamó con el ceño fruncido poniendo su frente sobre la de ella, al punto de casi rosar sus labios.
—No puedo respirar —Georgie se detuvo el pecho aun sin soltar la mano de Agus, quien se alarmó pensando en cualquier cosa.
—¡No te mueras! —dijo alejándose para después mirar en todas direcciones, sin decidirse por cual correr para pedir ayuda. Sus pies se enredaron entre ellos mandando a ambas al césped, pues Georgie estaba a punto de detenerla.
Un pequeño quejido por parte de las dos se escucho.
Quejido que se vio interrumpido cuando ambas se dieron cuenta de la cercanía de la otra. Georgie sintió una pequeña sensación de vértigo que la mareo momentáneamente mirando a las orbes marrones tras las gafas. Agus significaba mucho para Georgie, lo había notado antes, pero en este momento. En ese preciso momento el porqué encajo como una pieza de rompecabezas. Ahora sabia a que cosa se refería Billie.
—Kryptonita.
La palabra salió de entre sus labios sin que pudiera evitarlo, y cuando se dio cuenta de lo que había hecho se incorporó intentando escapar. O ese era su plan, Agus fue mucho más rápida deteniéndola por los pies.
—¿Por qué? —demandó la niña
—Po-porqué me haces sentir débil, congelada y  —Georgie detuvo sus balbuceos para ver a Agus sonrojarse sin dejar de verla —Si te acercas, no puedo respirar.
—¿Así? —preguntó Agus acercándose a su rostro, obteniendo un pequeño asentimiento de cabeza por parte de Georgie. —Entonces también eres mi Kryptonita. —Le sonrió para después depositar un beso en su mejilla. —Y serás la única que tendré.
«¿Qué significa eso? » Georgie se preguntó en  su fuero interno.
La castaña se armo de valor dando apenas un pequeño rose de labios con los de Agus. Sintiendo sus mejillas explotar de vergüenza.
«¡Qué más da! Agus es mi Kryptonita. » Sonrío cuando sintió a Agus abrazarse a ella. «Y solo mía»


lunes, 9 de julio de 2012

Mariposas [Femmslash]


Notas de autor:
Esta situado 12 años antes de “Cascabel” :)
Dedicado especialmente para Pink Girl, sin duda alguna es quien  inspiro esta serie. Gracias hermosa, por todo <3.
Que lo disfruten~



Mariposas

La pequeña cola negra se elevó, sus movimientos rítmicos no eran más que el reflejo de la concentración que Billie estaba empleando mientras su pequeño colmillo se encontraba casi perforando su labio inferior. El lápiz en su mano tembló ligeramente haciendo que la a que estaba por escribir saliera fuera del renglón.

Bufó molesta arrancando la hoja de su cuaderno, haciéndola una bola y arrojándola cerca del cesto de basura; junto a las 20 hojas anteriores.

Las orejas de Simonne se movían mientras su hija seguía con su labor, tenía una ligera sospecha de que era lo que hacia así que no quería molestarla, al contrario, le alegraba ver esa mirada en su pequeña de siete años.

Los pequeños ojos avellana se dirigieron a Simonne con nerviosismo, la cola negra se pegó a su dueña con algo de temor; hecho que solo divertía a la progenitora de Billie.

—Mami —habló con tono cantarín, la cola castaña se irguió dándole a entender a Billie que escuchaba. —¿El amor es malo?
—¿Por qué la pregunta cariño? —inquirió Simonne con una sonrisa sin despegar los ojos de su bordado.
—Creo que… —Billie carraspeó sonrojada desviando la mirada.
—El amor no es malo tesoro, solo es amor. —Se levantó para ir a rodear a su hija con sus abrazos mientras acariciaba los triángulos sobre la cabeza de Billie —. Solo actúa como tu corazón te indique, las palabras sobran cuando habla el corazón.
—Gracias —contestó Billie con sus ojos cerrados

Simonne sabía que no iba a ronronear; nunca lo había hecho ni siquiera de cachorra. El doctor había dicho que tal vez nunca lo haría aunque aún no entendía el porqué. Duraron unos segundos más así hasta que de improvisto Billie se separó empezando a correr, para regresar los pocos pasos depositando un beso en la mejilla de su mama.

—Vuelvo rápido —habló la gatita sin dar tiempo de una réplica, revisando que en su bolsillo estuviera su más grande tesoro. Al comprobar que lo traía se dirigió con prisa a la parte trasera de su casa.

Billie frunció el ceño al ver la barda, tenía que cruzarla sí o sí. Tomó impulso dando un gran salto, cerrando los ojos a mitad de su trayectoria con tan mala suerte que su cara dio contra el suelo.

—Se supone que los gatos siempre caen de… pie. —Ironizó una voz infantil mirando despectivamente a Billie.
—Cállate flacucha pecosa —gruñó Billie levantándose mientras se limpiaba las rodillas llenas de polvo —. Nadie te llamó.

La recién llegada volvió a reír mientras su peluda cola se agitaba con diversión, sus ojos azules se miraban del color del cielo gracias al cabello bicolor del que era dueña. Sus orejas con manchas se movieron para captar el sonido que se acercaba, empezó a olfatear olvidando por completo a la gatita que la miraba a punto de echársele encima.

—Viene hacia acá —dijo, ocasionando que el corazón de Billie martilleara en sus costillas y el aire le faltara —Broma, sabes que jamás vendría a estas calles.
—Alix eres una…—se detuvo al comprender que su insulto no iba a tener el efecto deseado y así fue, la cachorra de nueve años se rió despeinando su cabello con una mano.
—¿Perra? Esa es mi especie niña —se burló mostrando sus colmillos —, si me permites tengo algo que arreglar con cierta conejita miedosa.

Antes de que agregara más Billie salió corriendo, empujándola en el proceso.

Nadie, absolutamente nadie se interpondría entre ella y su pequeño amor asustadizo. Cruzó el bosque rápidamente mientras el viento le golpeaba en la cara y la sensación de libertad se apoderaba de ella.

Divisó el lugar donde sabía que ella estaría esperándola, o al menos eso quería creer.

—No me quiere —escuchó un débil lamento que hizo que su corazón se estrujara en el pecho. Era Tomie.

Alejó las ramas que obstruían su visión mirando como la pequeña conejita estaba en el suelo, abundantes lágrimas corrían por sus mejillas mientras se abrazaba las rodillas mirando al cielo. Una imagen de fragilidad pura, una que le partía el pequeño corazón en miles de pedacitos.

—¿Estás bien? —preguntó acercándose a ella, Tomie se sobresaltó intentando huir hasta que tropezó con sus propios pies cayendo sin remedio —. Miedosa.

Aún si no lo quisiera su tono no era amistoso, lo que ocasionó que las lágrimas en los ojos avellana se derramaran de nuevo mientras Tomie le daba la espalda, haciendo que Billie se sintiera mal. Su vientre burbujeaba con un sentimiento que en sus cortos años de vida nunca había experimentado, sentimiento que le daba a sus instintos la orden de descuartizar con sus pequeñas garras al responsable de esas lágrimas. No soportaba mirar a su conejita llorar.

—¿Quién te hizo llorar?
—No me quiere —volvió a decir Tomie abrazándose a sí misma, la trenza que era su cabello rubio estaba deshaciéndose por su débil agarre, Billie aún con su recelo de acercarse en el estado que estaba lo hizo.
—¿Quién? —preguntó esta vez en tono más calmado.
—Ella —sus ojos giraron a la dirección en la que señalaba Tomie y sin quererlo una sonrisa se instaló en sus labios.
—¿Ella? —Billie al mirarla asentir se sentó junto a la conejita —¿Te gusta?
—La amo —aceptó con sus mejillas carmín, de nuevo ese sentimiento fue como un huracán en la autoestima de la gatita quien soltó un débil siseo. —¿Qué tienes Billie?

La confusión había teñido la voz infantil de Tomie, la cola negra se tenso mientras las orejas se pegaban al cráneo de la pelinegra.

—Nada.

Era una debilidad admitir que se sentía confundida y perturbada por lo que acababa de escuchar, estaban amenazando lo que era de ella. Tomie era para Billie, eso era lo que pensaba la gatita.

Las orejas peludas de Tomie se irguieron escuchando como los colmillos diminutos chocaban dentro de la boca de Billie preguntándose qué le pasaba a su amiga de juegos. Para Tomie, Billie era una de las personas que siempre estaban sonriendo, su lado más inocente la llevo a pensar que la había molestado empezando a sentirse mal, perdería a su única amiga.

—Perdóname Billie —se abrazó al delgado cuerpo empezando a vibrar, mientras más lágrimas salían de sus ojos ya rojos de tanto que lo había hecho. —No te vayas, no me dejes.

Billie enrojeció al verse presa de los brazos de Tomie, aprovechando su posición despeino la trenza dejando suelto el cabello rubio cómo rayos de sol. Sonriendo al darse cuenta que era muy suave.

—No me iré —dijo ahora siendo ella quien rodeara a Tomie para atraerla a su cuerpo —, pero dime que tampoco me dejaras.
—No, nunca te dejaré ir —dijo Tomie solemne con una sonrisa.

Billie limpió los restos de lagrimas con una sonrisa, haciéndose hacia atrás aún con Tomie entre sus brazos, las dos cayeron entre risas infantiles que resonaron asustando a algunas aves cercanas. Duraron un rato ahí, las dos abrazadas disfrutando como el viento revoloteaba sus cabellos, el cómo sus pequeños cuerpos se ajustaban a la perfección. Billie amaba sentir tan cerca a Tomie, aún si sus razas eran diferentes.

—¿Por qué te enamoraste de ella? — preguntó Billie al fin armándose de valor.
—Porque es hermosa, la manera en que se mueve, en que es me hace amarla. —Las mejillas de Tomie se colorearon de rosado haciendo que el malestar en Billie aumentara —. No es tan difícil de entender sí la vez.
—Entiendo —le sonrió Billie tragándose la maldición que estaba a punto de soltar.
—¿Te has enamorado alguna vez? —preguntó la conejita.

Billie no le contestó, solo se giro dándole la espalda. Eso le indicó a Tomie que algo estaba mal

—¿Qué pasa?
—Una sola.

Las ideas escaparon de la mente de la niña, congelándola en su sitio. Su amiga, casi hermana estaba enamorada de alguien, contrario a lo que pensó eso no la hacía feliz. Sintió sus mejillas húmedas, pequeños sollozos salían de sus labios. Billie se dio la vuelta para verla mientras aún acostada volvía a envolverla en sus brazos.

—No llores, no llores —pidió apretándola mientras sus propias lagrimas corrían libres.
—¿De quién? —la curiosidad era algo que Tomie no podía ocultar, pero esta vez el dolor pintaba su voz infantil.

El silencio que siguió hizo que la conejita se acurrucara cerca del cuello de Billie mientras jugueteaba con mechones de su cabello tratando de calmarse. Sabía que a la chica gato le costaba hablar sobre sus sentimientos, pero estaba cerca de Tomie; la única que sabía todo sobre ella.

—Está enamorada.

Un alto en la cabeza de Tomie, Billie amaba a una chica.

—¿Alix?

Billie negó sin atreverse a verla, su orgullo gatuno estaba ganando la batalla.

—No me quiere. —Su tono fue solo un murmullo débil aún así Tomie fue capaz de percibir un poco de dolor en el.
—¿Quién no iba a quererte? —Tomie frunció el ceño refunfuñando.

La niña gato miró a la conejita al fin, sus ojos se quedaron hechizados por los avellana de Tomie.

—Te enamoraste de una mariposa —dijo Billie empezando a acariciar el labio inferior —¿Por qué no pudiste hacerlo de mi?

Tomie abrió los labios en una perfecta o, al fin comprendiendo lo que significaban las miradas de Billie, sus abrazos, sus detalles. Al fin caía en la cuenta de cómo sus pensamientos infantiles no la habían dejado ver la verdad.

—¿Qué?
—Te amo —susurró Billie atreviéndose al fin a confesarse, sus mejillas se pintaron de carmín mientras su cola se movía en busca de la de Tomie para aferrarse a ella.
—¿Cómo los adultos? —Tomie frunció el ceño contrariada, pero Billie negó.
—No, yo te amo de verdad —dijo solemne empezando a acercar su rostro al de Tomie —¿Puedo enamorarte?
—Podemos intentarlo —la conejita la miro con una sonrisa. Billie tanteo en el bolsillo de su pantalón hasta que el objeto hizo un sonido que captó la atención de Tomie.
—Te lo doy —Billie lo puso en una de las manos de la conejita, un precioso cascabel dorado, su mayor tesoro. —El día en que me ames y me quieras contigo por el resto de tu vida me lo devolverás  —Tomie solo la miraba hablar, aferrándose al único objeto que la unía de verdad a Billie—  y ese día serás mía por siempre.

Tomie asintió volviendo nula la distancia entre las dos, y aún cuando el beso no fue más que un pequeño rose de labios ambas se sintieron completas, convirtiéndose en una sola en ese pequeño gesto. Separándose cuando un ruido se hizo presente en el pecho de Billie.

—Billie estas…
—Es por ti —le sonrió abrazándose de nuevo a Tomie, volviendo su primer ronroneo más sonoro —. Siempre te esperé a ti conejita.

.

—Despierta, despierta —Billie frunció el ceño abrazándose aún más a la almohada entre sus brazos, notando que esta estaba empezando a calentarse. —Me estas ahogando.
—¡Tomie! —gritó incorporándose de golpe volviendo a la realidad, miró en todas direcciones hasta que la suave risa de Tomie la cortó haciéndola fijar su penetrante mirada gatuna en ella. —¿El chiste?
—Tu cabello es un nido de aves —se mofó la conejita sin ocultar su diversión. Billie se dejo caer de nuevo para después buscar el calor de Tomie, acurrucándose entre sus senos.
—Abrázame —dijo con un puchero, sintiendo cómo era obedecida
—¿Qué soñabas? —preguntó Tomie después de un momento —, te movías mucho diciendo mi nombre.
—Nada de lo que te imaginas —le guiñó Billie con picardía al mirar las mejillas enrojeciéndose de la otra —; cuando me declaré.
—Ya, cuando estabas celosa —se rió Tomie entre dientes recordando su infantil enamoramiento.
—¿Por qué querer una mariposa teniéndome a mí? —el ceño de la gatita se frunció chasqueando la lengua.
—Posesiva
—Contesta —Billie achicó los ojos enderezándose para ver fijamente a Tomie, a lo que ella se encogió de hombros.
—Tenía siete años —le restó importancia —además ahora que lo pienso, la mariposa me recordaba demasiado a ti.
—No, no soy ella. No me parezco a ella y nunca me pareceré —el tono que utilizó Billie hizo sonreír a Tomie.
—¿Aún estas celosa por eso? —preguntó mientras se pegaba al cuerpo de la chica de diecinueve años,  la cola de Billie se enrosco en una de las muñecas de Tomie lo que la obligo a mirarla a los ojos.
—No, no lo estoy —acarició sus mejillas empezando a ronronear sonoramente. —Porque eres mía.
—Siempre lo he sido —Tomie la beso con lentitud entregándole sus sentimientos en ese beso, una experiencia única en cada caricia compartida por ambas. —Y de todas las mariposas del cielo, a la única que amaré es a ti.

martes, 3 de julio de 2012

Fanboy


Clasificada: K (5+)
Categoria: General Personajes: Bill, Tom 
Advertencias: Ninguno
Género: Comedia
Pareja Principal: Ninguno
Notas del autor: 
Para Aelilim, espero te guste. Y a los demás también, gracias por leer.

Disclaimer: Ninguna de las personas reales aquí me pertenecen, solamente las uso para entretener sin motivo de ofender a nadie, lo demás es de mi imaginación…


Fanboy

El rubio roló los ojos con cansancio escrito en cada una de sus perfectas facciones. Intentó sin mucho éxito concentrarse en la pantalla donde el Capitán América hacia su aparición, hasta que un ligero movimiento a su lado lo distrajo del filme.
—¿Quieres detenerte de una vez? —Bill estaba harto, cansado de los constantes brincos que el portador de rastas negras hacia cada dos por tres, no lo soportaba.
—Shh —contestó Tom perdido en la dimensión donde los hermanos asgardianos estaban por reencontrarse en la tierra.
La mirada del menor se movió hasta el reloj en la pared de la sala, no habían pasado ni treinta minutos y su gemelo saltaba como una adolescente hormonal en cuanto Loki, el villano hacia su aparición.
—¡Suéltalo Thor!
La reacción fue instantánea ante tal grito, la cara de Tom se vio impactada por un cojín del sofá donde se encontraban sentados haciendo que empezara a toser a mitad del mismo por la falta de aire.
—¡Cállate de una puta vez y mira la película! —rugió Bill.
Tom al contrario de otras veces solo guardó silencio, cosa que extraño al menor aunque tampoco agregó más. Unos veinte minutos después y el rubio empezaba a relajarse completamente disfrutando la acción que representaba deshacerse de los chicos malos.
Entonces Bill cayó en la cuenta del porqué Tom actuaba tan tranquilamente, del porqué estaba sentado con su ya característica pose de piernas relajadas abiertas lo más posible, sus manos en los costados y sin una pizca de diversión en el rostro. Loki no estaba en pantalla.
Cinco segundos después de que lo dedujo, los ojos claros aparecieron frente a los suyos haciendo que Tom se incorporara de golpe completamente embelesado ante lo que miraba.
—No sé que tanto le ves —dijo mirando con el ceño fruncido al pelinegro en el filme, Tom ni siquiera le prestó atención. Fue como si nunca hubiera soltado tal reclamo, aumentando la ira de Bill. —Tom Kaulitz
Nada, él no le daba la menor atención.
Contó mentalmente hasta diez, esperando. La sonrisa apareció en el rostro de Bill cuando miró al increíble Hulk someter a Loki, impactándolo repetidas veces en el piso.
—Por idiota —gruñó
—¡Loki no es ningún idiota! —replicó Tom ahora sí con toda la atención puesta en su gemelo. —Si hace lo que hace es porque su padre le mintió toda su vida —dijo refunfuñando por lo bajo, acción interrumpida cuando el susodicho volvió a capturar la atención del gemelo mayor.
Bill se golpeó mentalmente, su hermano era un idiota.
—Tom, es solo un personaje ¿lo sabes verdad? —preguntó el cantante con tono preocupado.
—Calla —ordenó sin más.
La situación había sido divertida hasta cierto punto, pero ahora Tom se comportaba cómo un verdadero…
—¡Bastardo!
Bill gruñó mientras su hermano mayor despotricaba al ver cómo su adorado Loki era derrotado  por Thor que lo aprisionaba por las muñecas, suspiró. Eso significaba que estaba a punto de iniciar una histeria que él no quería ni iba a soportar.
En lo único que pensaba Bill era en que, por arte de magia, apareciera el Mjölnir  en sus manos para así poder callar a Tom de un golpe, pero cómo si su gemelo leyera su mente la cabeza de él giro en su dirección.
Le sonrió mostrando los hoyuelos en sus mejillas, atontándolo y haciéndolo olvidar todo el enojo de golpe.
—Thor —lo llamó Tom aún sin perder la sonrisa, terminando la poca paciencia que le quedaba al menor al ser comparado con el hermano de su tormento.
—Es mejor que corras Loki —ironizó Bill con tono ácido, empezando una carrera que auguraba unos cuantos moretones para ambos.
Tom corrió tomando a su paso uno de los objetos extraños que el rubio había elegido cómo decoración, deteniéndose y apuntando a su hermano con él a modo de cetro.
—¡Asgard es mía! Ríndete Thor, es tu fin —habló Tom imitando el tono de Loki, riendo cómo si el villano habitara realmente en su interior.
—Deja de actuar cómo el gillipollas que eres —Bill tomó el pequeño cubo de rubik arrojándoselo, con tan mala puntería que terminó por estrellarse en un jarrón.
—¡El Tesseracto! —gritó Tom arrojándose para sostenerlo antes de que Bill fuera por él. —¡No mereces gobernar! ¡Eres un maldito!
El cantante miró a todas direcciones tratando de encontrar algo que hiciera que Tom se detuviera de su extraño momento de posesión asgardiana, empezaba a preocuparlo demasiado. Sus ojos se abrieron enormemente al reconocer uno de los juguetes de sus chicos.
—¡Todos están por debajo de mi! ¡Soy un dios criatura tonta! [1] — se mofó Tom blandiendo frente a él el cetro —No me vas a intimidar
Corrió en ese dirección esquivando el sinfín de cosas que volaban por sobre su cabeza, tomó el martillo de peluche haciéndolo chirrear de manera chistosa.
—Yo, Thor hijo de Odín te destierro a ti Loki de Asgard—dijo, maldiciéndose en su fuero interno por caer en esa jugarreta tan tonta, carente de sentido común.
Arrojó con todas sus fuerzas la torpe imitación del Mjölnir golpeando a su gemelo mayor en pleno rostro. Aprovechando la distracción que le fue concedida se aventó sobre él quedando a horcajadas, deteniendo sus brazos.
—Loki es hora de enfrentarte a la corte Asgardiana —Bill tomó el cubo de Rubik entre sus manos — El Tesseracto nos llevará de vuelta a casa, donde serás juzgado por…
—Te ves como un perfecto idiota Bill —Se rió Tom interrumpiéndolo empezando a reír y patalear para quitarse a su hermano de encima. —¿Iron Man y Capitán América la próxima vez?
—Ni de broma, idiota.

Fin



[1]Frase que utiliza Loki en la película  segundos antes de que Hulk le dé una paliza




sábado, 30 de junio de 2012

Cascabel [Femmslash]


Clasificada: K (+16)
Categoría:  Slash Personajes: BillTom
Advertencias: Cambio de sexoContenido LésbicoIncesto - No relacionado
Género:RománticoUniverso Alterno
Pareja Principal: Bill - Tom

Notas del autor: 
Este oneshoot está dedicado a Pink Girl, quién me ha hecho adicta a cosas así. Es mi primer femmslash, y después de esto no será el único. También agradecer a mi beta, que bien sé que soy un dolor de cabeza en cuanto errores, gracias linda. Espero lo disfruten.~

Disclaimer: Ninguna de las personas reales aquí me pertenecen, solamente las uso para entretener sin motivo de ofender a nadie, lo demás es de mi imaginación…



Cascabel

Si había algo que Tomie amaba, por sobre todas las cosas era escuchar un suave ronroneo en la morena que tenía entre sus brazos; amaba ese sonido relajado que le indicaba que lo que hacia estaba bien.
Sintió un golpeteo en su rostro y sin inmutarse siguió enredando mechones de cabello negro entre sus dedos, bien sabía que no era más que la esponjosa cola de Billie demandando su atención.
Contempló el rostro en calma de la chica semiconsciente, quien mantenía una sonrisa en sus labios completamente ajena a todo, menos a Tomie acariciando su cabello.
—Si cada vez que me sienta mal, me trataras así, quiero enfermarme diario —dijo estirándose hasta que sus extremidades se lo permitieron, retomando su sonoro ronroneo.
—Ni lo creas, es solo por esta vez —.Tomie sonrió mientras sus orejas largas y peludas se erguían escuchando los ruidos a su alrededor.
—Vamos conejita, tienes que mimarme —. Refutó Billie haciendo sus ya tan famosos ojos de cordero, Tomie bufó desviando la mirada tratando de escapar de la marrón.
—Eres insufrible. —Le gruño intentando alejarla pero la pelinegra, previendo tal acción se abrazó a la cintura de la chica de rastas haciéndola sonrojar mientras tallaba su mejilla en su vientre plano haciendo que el ronroneo se intensificara.
Tomie sintió como la pequeña mota peluda que tenía por cola se estremecía ante el calor que despedía la gatita entre sus brazos, la cola de esta se enroscó en su cuello apretando,  soltando segundos después siendo cambiada por los labios carnosos de Billie.
—Alguien podría vernos —Tomie la separó de su cuerpo notando cómo las triangulares orejas negras se pegaban al cráneo —. Aunque no quiera debemos…
—Ya, entendí. —Billie contestó cortante dándose la vuelta aún en las piernas de la de rastas quien solo suspiró alzando a la morena en sus brazos. Esta soltó un pequeño grito por la sorpresa del movimiento aferrándose al níveo cuello —¡Tomie!
—No grites, no quiero que papá venga —frunció su nariz mientras ambas movían sus orejas intentando captar algún sonido. Nada. Seguían solas.
La cargó hasta su habitación depositándola en la cama antes de que sus labios buscaran los suyos. El beso fue dulce, cargado de sorpresa los primeros segundos pero después convertirse en una caricia llena de amor.
—Hazlo otra vez —pidió la chica de rastas mientras se deslizaba por el cuello de  Billie. La gatita sonrió empezando a ronronear por las caricias a las que era sometida. Se removió inquieta sin dejar de producir ese sonido hasta capturar una de las orejas de Tomie entre sus dedos.
—Mi dulce conejita —dijo obteniendo como respuesta un siseo —. Vamos, eres adorable.
—No quiero —se cruzó de brazos dejando de lado lo que hacía mientras fruncía el ceño.
Billie se rió internamente ante la actitud infantil que había tomado la  chica conejo, sabía que había dado justo en su ego de no-soy-una-niña-linda de la que hacía gala cada que podía. Se abrazó a Tomie notando cómo su cuerpo empezaba a relajarse rodeándola con sus esbeltos brazos.
—¿Ni por mi? —sus pestañas aletearon en repetidas ocasiones dándole ese aspecto dulce que tantos sentimientos producían en la rubia; dándose por vencida asintió besándola otra vez.
—Por ti, seria todo lo que quisieras —Tomie admitió sonrojándose cuando Billie alzó una ceja de manera sugerente, impulsándola a cambiar de tema —.Tengo algo para ti.
Su mirada se desvió hacia el lugar donde la caja de terciopelo negro estaba, sin más se separó de la morena abriendo su escondite para regresar sobre sus pasos tendiéndole el presente a la chica gato.
Billie se demoro admirando la manera en que las delgadas y pequeñas manos de su compañera temblaban ligeramente ante la ansiedad, de cómo las mejillas empezaban a enrojecerse y una de sus orejas se movía nerviosamente de un lado a otro.
—Tómalo de una buena vez —le riñó Tomie con el ceño fruncido tentada a arrojarle el presente en plena cara si no la obedecía en los próximos cinco segundos.  Para suerte de Billie algo en sus instintos gatunos le dejó en claro que su compañera no bromeaba con la amenaza escondida en sus palabras.
—Qué genio conejita —rió risueña acomodándose boca abajo en la cama, sosteniéndose con los codos mientras miraba aún la caja dándole pequeñas vueltas. Sabía que estaba jugando con la paciencia de Tomie, pero le divertía de sobre manera la forma en la que se removía inquieta.
Un ruido en el interior  hizo que su cola se tensara un segundo para dar pie a que el ronroneo se intensificara cuando reconoció dicho sonido. Sus ojos marrones se dirigieron en busca de otros que se rehusaban a dejarse embrujar, al darse cuenta que no conseguiría hacer que Tomie la mirara una de las garras de Billie se dirigió a abrir el paquete en sus manos.
En su interior se encontraba un cascabel dorado, uno que Billie conocía muy bien. Sus mejillas enrojecieron al comprender la muda aceptación de la proposición que años atrás en uno de sus momentos de sinceridad le había hecho a Tomie.
—¿Es-estas segura?  —tartamudeo, no porque no lo deseara, al contrario su cuerpo estaba reaccionando con algo más que instinto; algo mucho más antiguo que eso.
—Estoy segura de mis sentimientos por ti —dejó en claro Tomie acercándose aún sin ver a Billie, una cosa era estar segura de lo que sentía y una muy diferente lo que era correcto.
La gatita se acercó sin vacilar en sus movimientos tomando entre sus labios los de la chica de rastas quien mantenía sus ojos fuertemente cerrados al igual que sus puños, estaba temblando de anticipación, Billie lo sabía.
El beso no subió de intensidad aún si ambas lo deseaban, solo se dedicaron a saborear a la otra; su primera vez juntas debía ser especial. Tomie escuchó ronronear a Billie de manera diferente, encontrando dicho sonido relajante.
—Te amo —musitó  Tomie cuando se separaron solo lo suficiente para verse, perdiéndose en las orbes avellana de Billie, notando que los labios de esta empezaban a curvarse en una sonrisa, sintiendo las garras subiendo su blusa arañando su piel.
Billie se acercó hacia sus pequeñas heridas superficiales mientras que con su lengua repasaba el contorno de las marcas, estaba dejándose ganar por su instinto de seducción gatuno, era más que obvio. La pregunta era si Tomie estaba dispuesta a seguirla en ello.
Las orejas de Tomie se movían de un lado a otro captando todos los sonidos en la habitación, pero por sobre todos, el sonido del ronroneo de Billie era el que atontaba sus sentidos. No era más que la presa a punto de ser devorada, ella lo sabía. Era solo un indefenso roedor en las fauces del felino.
—También te amo —contestó la gatita sonriendo mientras se escurría bajo la playera mordiendo sobre el sostén uno de los suaves pechos de Tomie haciéndola jadear, sus manos que hasta ese momento se encontraban inertes reaccionaron empezando a dar de tirones peleando contra la blusa de Billie quien solo atinó a reír hasta que tosió un poco captando la atención de las orejas sobre las rastas.
—Billie —empezó intentando alejarla al darse cuenta que aun no se encontraba del todo bien, peleando por sacarla de debajo de su ropa. —Sal de ahí gatita
—Sabes que no habrá otra oportunidad así — la morena se abrazó a su cuerpo enterrando la cara entre los senos de Tomie ocasionándole una risa haciendo que pataleara; una idea perversa cruzó por la mente de Billie. Infló sus mejillas soplando sonoramente ocasionando  otra risa en la de rastas esta vez más sonora.
—¡Quita! —Tomie intentó de nueva cuenta sacarla pero solo consiguió que la chica gato  siguiera con sus juegos, la cola negra se movía de un lado a otro. Deslizó su mano por toda la columna de Billie deteniéndola y haciendo que frotara el cuerpo contra el suyo ante las sensaciones eléctricas que mandaba dicho toque.  —Quiero hacerlo sin prisas, y sobre todo que te sientas bien.
—Estoy bien. —Gruñó Billie con mala cara aún sin salir de su escondite, mirando a Tomie a través del cuello de su camiseta.
Aún cuando Tomie se lo negara a ella misma bien sabía que la que mandaba era Billie, pero en esta ocasión no cedería, se quedó completamente quieta soltando un sonoro suspiro mientras movía sus orejas en busca de algún sonido que le indicara que su familia había llegado, pero nada.
—Bien, has conmigo lo que quieras. —Habló solemnemente retirando sus manos a sus costados lejos de la chica gato quien frunció el ceño.
—Me haces parecer una mala chica.
—¿Y no lo eres? —rebatió haciendo que saliera de debajo de su camisa, el cabello alborotado hizo que Tomie soltara una carcajada que murió rápidamente al ver el ceño de Billie. —Era una broma —se enderezó lo suficiente para besar los labios carnosos aún tensos. Bien sabía que estaba aguantando las ganas de gritarle unas cuantas cosas. —Quiero muchas cosas, pero por sobre ellas te quiero a ti, bien y conmigo; esperé  demasiados años para tenerte otra vez entre mis brazos. Tenemos que hacerlo bien, esto —pausó un poco sintiendo como sus mejillas se tornaban carmín — es especial para mí.
—Para mí también lo es —Billie cedió abrazando a Tomie acariciando sus orejas, la sintió estremecerse.
—Siempre has sido una impulsiva —concedió la portadora de rastas rubias mientras en su mente se instalaba la imagen de una Billie de apenas siete años dándole el cascabel que ahora descansaba a un lado de ellas cómo muestra de pertenencia. —¿Por qué me elegiste a mi?
—Nadie tiene el brillo en tus ojos, la manera en que sonríes y se achican tus ojos es única, tus detalles —acaricio la mejilla de Tomie con  dulzura impropia de ella. —Pequeños detalles que me hicieron amarte aun cuando estabas con ese pequeño corazón roto.
Tomie rió sin poder evitarlo dejándose abrazar, sintiendo cómo la temperatura regresaba al cuerpo de su amada. Sin decir palabra se incorporó recostando a Billie para después caminar al baño que había en su habitación, tomó una toalla llenando también un recipiente de agua regresando a donde su gatita la esperaba, mientras su cola hacia esos movimientos serpenteantes que la cautivaban. Para ella, Billie era la criatura más cercana a la perfección; aun si estuviera enferma o irritada la belleza que miraba en ella no se evaporaba, al contrario era sublimada por ello.
La morena se dejó hacer, algo dentro de ella tampoco deseaba apurar las cosas, era esa necesidad casi enfermiza de saberse dueña absoluta de Tomie la que la hacía actuar bajo sus más oscuros instintos, pero esperaría. Podía hacerlo.
—Arriba las manos.
—Esto es un asalto —rió Billie obedeciendo, cerrando los ojos cuando la toalla húmeda dio de lleno contra su rostro.
—Tonta. —Tomie compartió su risa mientras acomodaba unos cuantos mechones rebeldes del rostro de su gatita sonrojado por la fiebre. Pegó su frente a la de ella mientras le sonreía empezando a acariciar su nariz con la propia.
—Lo dice quien se enamoró de una mariposa —El tono de Billie era dulce mientras sus brazos rodeaban el cuello de Tomie.
—¡Tenía siete años! —se defendió ella con sus mejillas carmín, para segundos después perderse en los ojos de Billie. —Pero después me enamoré de una gatita.
—Y yo de mi dulce conejita de ojitos bellos —le sonrió Billie empezando a sonar su cascabel —. Duerme un rato conmigo —pidió palmeando el lugar a su lado, cuando miró asentir a Tomie le sonrió besándola. Acomodándose ambas en la cama de modo que sus cuerpos se tocaban en cada centímetro de piel.
—Billie —cuchicheó Tomie después de unos segundos. Uno de los parpados ya cerrados se abrió mirándola —Te amo
—También te amo —contestó para después abrazarla depositando su cabeza cerca de las orejas blancas de Tomie. La cola negra enroscándose a la pequeña mota blanca, iniciando un ronroneo en la morena que hizo sonreír a la conejita.

Billie sonrió en respuesta  con el cascabel aún en su mano y Tomie aferrándose a ella como naufrago a un salvavidas, un listón rojo lo decoraba entrelazando sus manos, en una muda promesa de amor por siempre.