Notas de autor:
Esta situado
12 años antes de “Cascabel” :)
Dedicado
especialmente para Pink Girl, sin duda alguna es quien inspiro esta serie. Gracias hermosa, por todo
<3.
Que lo
disfruten~
Mariposas
La pequeña cola negra se
elevó, sus movimientos rítmicos no eran más que el reflejo de la concentración
que Billie estaba empleando mientras su pequeño colmillo se encontraba casi
perforando su labio inferior. El lápiz en su mano tembló ligeramente haciendo
que la a que estaba por escribir saliera fuera del renglón.
Bufó molesta arrancando la
hoja de su cuaderno, haciéndola una bola y arrojándola cerca del cesto de
basura; junto a las 20 hojas anteriores.
Las orejas de Simonne se
movían mientras su hija seguía con su labor, tenía una ligera sospecha de que
era lo que hacia así que no quería molestarla, al contrario, le alegraba ver
esa mirada en su pequeña de siete años.
Los pequeños ojos avellana
se dirigieron a Simonne con nerviosismo, la cola negra se pegó a su dueña con
algo de temor; hecho que solo divertía a la progenitora de Billie.
—Mami
—habló con tono cantarín, la cola castaña se irguió dándole a entender a Billie
que escuchaba. —¿El amor es malo?
—¿Por
qué la pregunta cariño? —inquirió Simonne con una sonrisa sin despegar los ojos
de su bordado.
—Creo
que… —Billie carraspeó sonrojada desviando la mirada.
—El
amor no es malo tesoro, solo es amor. —Se levantó para ir a rodear a su hija
con sus abrazos mientras acariciaba los triángulos sobre la cabeza de Billie —.
Solo actúa como tu corazón te indique, las palabras sobran cuando habla el
corazón.
—Gracias
—contestó Billie con sus ojos cerrados
Simonne
sabía que no iba a ronronear; nunca lo había hecho ni siquiera de cachorra. El
doctor había dicho que tal vez nunca lo haría aunque aún no entendía el porqué.
Duraron unos segundos más así hasta que de improvisto Billie se separó
empezando a correr, para regresar los pocos pasos depositando un beso en la
mejilla de su mama.
—Vuelvo
rápido —habló la gatita sin dar tiempo de una réplica, revisando que en su
bolsillo estuviera su más grande tesoro. Al comprobar que lo traía se dirigió
con prisa a la parte trasera de su casa.
Billie
frunció el ceño al ver la barda, tenía que cruzarla sí o sí. Tomó impulso dando
un gran salto, cerrando los ojos a mitad de su trayectoria con tan mala suerte
que su cara dio contra el suelo.
—Se
supone que los gatos siempre caen de… pie. —Ironizó una voz infantil mirando
despectivamente a Billie.
—Cállate
flacucha pecosa —gruñó Billie levantándose mientras se limpiaba las rodillas
llenas de polvo —. Nadie te llamó.
La
recién llegada volvió a reír mientras su peluda cola se agitaba con diversión,
sus ojos azules se miraban del color del cielo gracias al cabello bicolor del
que era dueña. Sus orejas con manchas se movieron para captar el sonido que se
acercaba, empezó a olfatear olvidando por completo a la gatita que la miraba a
punto de echársele encima.
—Viene
hacia acá —dijo, ocasionando que el corazón de Billie martilleara en sus
costillas y el aire le faltara —Broma, sabes que jamás vendría a estas calles.
—Alix
eres una…—se detuvo al comprender que su insulto no iba a tener el efecto
deseado y así fue, la cachorra de nueve años se rió despeinando su cabello con
una mano.
—¿Perra?
Esa es mi especie niña —se burló mostrando sus colmillos —, si me permites
tengo algo que arreglar con cierta conejita miedosa.
Antes
de que agregara más Billie salió corriendo, empujándola en el proceso.
Nadie,
absolutamente nadie se interpondría entre ella y su pequeño amor asustadizo.
Cruzó el bosque rápidamente mientras el viento le golpeaba en la cara y la
sensación de libertad se apoderaba de ella.
Divisó
el lugar donde sabía que ella estaría esperándola, o al menos eso quería creer.
—No
me quiere —escuchó un débil lamento que hizo que su corazón se estrujara en el
pecho. Era Tomie.
Alejó
las ramas que obstruían su visión mirando como la pequeña conejita estaba en el
suelo, abundantes lágrimas corrían por sus mejillas mientras se abrazaba las
rodillas mirando al cielo. Una imagen de fragilidad pura, una que le partía el
pequeño corazón en miles de pedacitos.
—¿Estás
bien? —preguntó acercándose a ella, Tomie se sobresaltó intentando huir hasta
que tropezó con sus propios pies cayendo sin remedio —. Miedosa.
Aún si no lo quisiera su
tono no era amistoso, lo que ocasionó que las lágrimas en los ojos avellana se
derramaran de nuevo mientras Tomie le daba la espalda, haciendo que Billie se
sintiera mal. Su vientre burbujeaba con un sentimiento que en sus cortos años
de vida nunca había experimentado, sentimiento que le daba a sus instintos la
orden de descuartizar con sus pequeñas garras al responsable de esas lágrimas.
No soportaba mirar a su conejita llorar.
—¿Quién
te hizo llorar?
—No
me quiere —volvió a decir Tomie abrazándose a sí misma, la trenza que era su
cabello rubio estaba deshaciéndose por su débil agarre, Billie aún con su
recelo de acercarse en el estado que estaba lo hizo.
—¿Quién?
—preguntó esta vez en tono más calmado.
—Ella
—sus ojos giraron a la dirección en la que señalaba Tomie y sin quererlo una
sonrisa se instaló en sus labios.
—¿Ella?
—Billie al mirarla asentir se sentó junto a la conejita —¿Te gusta?
—La
amo —aceptó con sus mejillas carmín, de nuevo ese sentimiento fue como un
huracán en la autoestima de la gatita quien soltó un débil siseo. —¿Qué tienes
Billie?
La
confusión había teñido la voz infantil de Tomie, la cola negra se tenso
mientras las orejas se pegaban al cráneo de la pelinegra.
—Nada.
Era
una debilidad admitir que se sentía confundida y perturbada por lo que acababa
de escuchar, estaban amenazando lo que era de ella. Tomie era para Billie, eso
era lo que pensaba la gatita.
Las
orejas peludas de Tomie se irguieron escuchando como los colmillos diminutos
chocaban dentro de la boca de Billie preguntándose qué le pasaba a su amiga de
juegos. Para Tomie, Billie era una de las personas que siempre estaban
sonriendo, su lado más inocente la llevo a pensar que la había molestado
empezando a sentirse mal, perdería a su única amiga.
—Perdóname
Billie —se abrazó al delgado cuerpo empezando a vibrar, mientras más lágrimas salían
de sus ojos ya rojos de tanto que lo había hecho. —No te vayas, no me dejes.
Billie
enrojeció al verse presa de los brazos de Tomie, aprovechando su posición despeino
la trenza dejando suelto el cabello rubio cómo rayos de sol. Sonriendo al darse
cuenta que era muy suave.
—No
me iré —dijo ahora siendo ella quien rodeara a Tomie para atraerla a su cuerpo
—, pero dime que tampoco me dejaras.
—No,
nunca te dejaré ir —dijo Tomie solemne con una sonrisa.
Billie
limpió los restos de lagrimas con una sonrisa, haciéndose hacia atrás aún con
Tomie entre sus brazos, las dos cayeron entre risas infantiles que resonaron
asustando a algunas aves cercanas. Duraron un rato ahí, las dos abrazadas
disfrutando como el viento revoloteaba sus cabellos, el cómo sus pequeños
cuerpos se ajustaban a la perfección. Billie amaba sentir tan cerca a Tomie, aún
si sus razas eran diferentes.
—¿Por
qué te enamoraste de ella? — preguntó Billie al fin armándose de valor.
—Porque
es hermosa, la manera en que se mueve, en que es me hace amarla. —Las mejillas
de Tomie se colorearon de rosado haciendo que el malestar en Billie aumentara
—. No es tan difícil de entender sí la vez.
—Entiendo
—le sonrió Billie tragándose la maldición que estaba a punto de soltar.
—¿Te
has enamorado alguna vez? —preguntó la conejita.
Billie
no le contestó, solo se giro dándole la espalda. Eso le indicó a Tomie que algo
estaba mal
—¿Qué
pasa?
—Una
sola.
Las
ideas escaparon de la mente de la niña, congelándola en su sitio. Su amiga,
casi hermana estaba enamorada de alguien, contrario a lo que pensó eso no la hacía
feliz. Sintió sus mejillas húmedas, pequeños sollozos salían de sus labios.
Billie se dio la vuelta para verla mientras aún acostada volvía a envolverla en
sus brazos.
—No
llores, no llores —pidió apretándola mientras sus propias lagrimas corrían
libres.
—¿De
quién? —la curiosidad era algo que Tomie no podía ocultar, pero esta vez el
dolor pintaba su voz infantil.
El
silencio que siguió hizo que la conejita se acurrucara cerca del cuello de
Billie mientras jugueteaba con mechones de su cabello tratando de calmarse.
Sabía que a la chica gato le costaba hablar sobre sus sentimientos, pero estaba
cerca de Tomie; la única que sabía todo sobre ella.
—Está
enamorada.
Un
alto en la cabeza de Tomie, Billie amaba a una chica.
—¿Alix?
Billie
negó sin atreverse a verla, su orgullo gatuno estaba ganando la batalla.
—No
me quiere. —Su tono fue solo un murmullo débil aún así Tomie fue capaz de
percibir un poco de dolor en el.
—¿Quién
no iba a quererte? —Tomie frunció el ceño refunfuñando.
La
niña gato miró a la conejita al fin, sus ojos se quedaron hechizados por los
avellana de Tomie.
—Te
enamoraste de una mariposa —dijo Billie empezando a acariciar el labio inferior
—¿Por qué no pudiste hacerlo de mi?
Tomie
abrió los labios en una perfecta o, al fin comprendiendo lo que significaban
las miradas de Billie, sus abrazos, sus detalles. Al fin caía en la cuenta de cómo
sus pensamientos infantiles no la habían dejado ver la verdad.
—¿Qué?
—Te
amo —susurró Billie atreviéndose al fin a confesarse, sus mejillas se pintaron
de carmín mientras su cola se movía en busca de la de Tomie para aferrarse a
ella.
—¿Cómo
los adultos? —Tomie frunció el ceño contrariada, pero Billie negó.
—No,
yo te amo de verdad —dijo solemne empezando a acercar su rostro al de Tomie
—¿Puedo enamorarte?
—Podemos
intentarlo —la conejita la miro con una sonrisa. Billie tanteo en el bolsillo
de su pantalón hasta que el objeto hizo un sonido que captó la atención de
Tomie.
—Te
lo doy —Billie lo puso en una de las manos de la conejita, un precioso cascabel
dorado, su mayor tesoro. —El día en que me ames y me quieras contigo por el
resto de tu vida me lo devolverás —Tomie
solo la miraba hablar, aferrándose al único objeto que la unía de verdad a
Billie— y ese día serás mía por siempre.
Tomie
asintió volviendo nula la distancia entre las dos, y aún cuando el beso no fue más
que un pequeño rose de labios ambas se sintieron completas, convirtiéndose en
una sola en ese pequeño gesto. Separándose cuando un ruido se hizo presente en
el pecho de Billie.
—Billie
estas…
—Es
por ti —le sonrió abrazándose de nuevo a Tomie, volviendo su primer ronroneo
más sonoro —. Siempre te esperé a ti conejita.
.
—Despierta,
despierta —Billie frunció el ceño abrazándose aún más a la almohada entre sus
brazos, notando que esta estaba empezando a calentarse. —Me estas ahogando.
—¡Tomie!
—gritó incorporándose de golpe volviendo a la realidad, miró en todas
direcciones hasta que la suave risa de Tomie la cortó haciéndola fijar su
penetrante mirada gatuna en ella. —¿El chiste?
—Tu
cabello es un nido de aves —se mofó la conejita sin ocultar su diversión.
Billie se dejo caer de nuevo para después buscar el calor de Tomie,
acurrucándose entre sus senos.
—Abrázame
—dijo con un puchero, sintiendo cómo era obedecida
—¿Qué
soñabas? —preguntó Tomie después de un momento —, te movías mucho diciendo mi
nombre.
—Nada
de lo que te imaginas —le guiñó Billie con picardía al mirar las mejillas
enrojeciéndose de la otra —; cuando me declaré.
—Ya,
cuando estabas celosa —se rió Tomie entre dientes recordando su infantil
enamoramiento.
—¿Por
qué querer una mariposa teniéndome a mí? —el ceño de la gatita se frunció chasqueando
la lengua.
—Posesiva
—Contesta
—Billie achicó los ojos enderezándose para ver fijamente a Tomie, a lo que ella
se encogió de hombros.
—Tenía
siete años —le restó importancia —además ahora que lo pienso, la mariposa me
recordaba demasiado a ti.
—No,
no soy ella. No me parezco a ella y nunca me pareceré —el tono que utilizó
Billie hizo sonreír a Tomie.
—¿Aún
estas celosa por eso? —preguntó mientras se pegaba al cuerpo de la chica de diecinueve
años, la cola de Billie se enrosco en
una de las muñecas de Tomie lo que la obligo a mirarla a los ojos.
—No,
no lo estoy —acarició sus mejillas empezando a ronronear sonoramente. —Porque
eres mía.
—Siempre
lo he sido —Tomie la beso con lentitud entregándole sus sentimientos en ese
beso, una experiencia única en cada caricia compartida por ambas. —Y de todas las
mariposas del cielo, a la única que amaré es a ti.